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El capitalismo es un sistema económico estructurado a partir de la lógica y los intereses del capital, cuya dinámica está en función del incesante proceso de acumulación en la búsqueda permanente de la maximización de la tasa de ganancia.
Esa dinámica, que se desarrolla en el marco de la competencia empresarial, genera una contradicción fundamental con el factor trabajo, a través de dos fenómenos que lo signan inexorablemente: la creciente concentración de capital y la explotación de la clase trabajadora para tales fines.
El elemento central que define ese comportamiento radica principalmente en el desarrollo científico-tecnológico aplicado a la automatización de los procesos productivos, el cual ha acompañado al capitalismo desde los inicios de la revolución industrial y no se ha detenido desde entonces, pasando de la antigua producción artesanal a la gran producción industrial en serie y a escala global.
Esta situación incrementó sustancialmente la productividad del trabajo, mediante la introducción de maquinarias desplazando a la mano de obra humana, siempre en la búsqueda de reducir los costos medios de producción -especialmente los laborales- a través de las economías de escala.
Un desarrollo productivo con estas características trajo como consecuencia el sostenido incremento relativo de la inversión en medios de producción, en detrimento de la fuerza de trabajo. Marx determinó que este asimétrico comportamiento generaba una tendencia estructural a la baja de la tasa de ganancia, convirtiéndose en el elemento fundamental que explica las intrínsecas y periódicas crisis capitalistas.
En este sentido, y desde las últimas décadas del siglo XX, se ha venido extendiendo un progresivo proceso de desmaterialización, virtualización y digitalización de la economía en todos sus ámbitos; esta vez de la mano del vertiginoso desarrollo de las plataformas de las tecnologías de información y comunicación, como un elemento distintivo de la globalización neoliberal, trastocando sustancialmente su relacionamiento a nivel mundial.
Entre los fenómenos asociados a este novedoso proceso se encuentra la modalidad del trabajo a distancia o teletrabajo, mediante el cual algunas actividades laborales, por su propia naturaleza, se pueden realizar de manera remota y a tiempo real, en lugares distintos a las sedes físicas de las empresas o clientes. De esta manera, el capital aprovecha los adelantos tecnológicos existentes para ponerlos al servicio de sus intereses económicos.
Esta creciente tendencia ha repercutido significativamente en novedosos diseños metódicos y organizacionales en las unidades empresariales, reconociendo e incorporando una práctica donde las personas pueden trabajar desde cualquier lugar y en cualquier momento. En este sentido, el teletrabajo conlleva una serie de consecuencias que deben ser expresamente evidenciadas, a saber:
- Tiende a despersonalizar e individualizar el trabajo, que es un hecho esencialmente social, separando físicamente al trabajador en su relacionamiento con el resto de los que participan en el proceso productivo.
- Propicia y acelera el desmantelamiento del Estado del Bienestar, aprovechando las empresas para irse desprendiendo de buena parte de sus responsabilidades sociales.
- Reduce los costos laborales por la vía del establecimiento de relaciones despojadas del sistema de seguridad social, proliferando las figuras de los honorarios profesionales y los contratos a destajo sin relación de dependencia.
- Permite y encubre la tan anhelada “flexibilización” laboral, así como el debilitamiento de la organización de la clase trabajadora para defender sus intereses ante el gran capital transnacional globalizado.
- Tiende a trasladar a los trabajadores parte de las inversiones y gastos de funcionamiento y mantenimiento asociados directa e indirectamente a la infraestructura necesaria para la realización de estas operaciones remotas.
- Permite la contratación de trabajadores y clientes ubicados en distintos lugares del país y del mundo.
- Disminuye los tiempos y costos de traslado, así como el desgaste cotidiano y a largo plazo de los trabajadores, sobre todo de quienes residen en las llamadas ciudades dormitorio, contribuyendo igualmente al descongestionamiento de los centros urbanos.
- Genera la inexistencia de un verdadero ambiente de trabajo, debido al poco contacto social con el entorno empresarial, lo cual puede repercutir negativamente en el rendimiento laboral.
- Propende a la excesiva dependencia y hasta adicción con el mundo virtual, en detrimento del real.
Ahora bien, la actual coyuntura pandémica que tiene en vilo a la humanidad ha resultado propicia para reflexionar sobre el desafío de construir una alternativa viable al depredador sistema capitalista, a partir de un enfoque productivo fundamentado en el trabajo, lo cual supone visualizar la economía como instrumento para organizar la sociedad a partir de la solidaridad y la justicia social.
En este sentido, el Covid-19 ha generado un forzoso y masivo distanciamiento físico que está provocando una importante afectación sobre actividades económicas de distinta índole a nivel mundial, con sus correspondientes impactos directos e inmediatos en los niveles de desempleo. Estudios recientes de la Organización Internacional del Trabajo indican que, hasta junio pasado, se han perdido cerca de 400 millones de empleos, siendo América Latina y el Caribe la región más afectada, con 41 millones. En este escenario tan poco alentador destacan los casos de Chile, Brasil, México y Colombia, cuyas economías presentan una clara orientación neoliberal.
En estas circunstancias, el teletrabajo puede perfectamente convertirse en una de las alternativas más eficaces para minimizar tales efectos, precipitando de hecho un proceso que ya se venía gestando a su ritmo y según los grados de desarrollo de cada país.
Según una encuesta del Instituto Tecnológico de Massachussets, para abril de este año el 34% de la fuerza laboral estadounidense trabajaba bajo esta modalidad, estimando que se incremente en el corto plazo hasta el 50% como consecuencia de la pandemia. Asimismo, un estudio sobre la Población Económicamente Activa realizado por la Eurostat, indica que la media europea ha pasado del 7,8% en 2009 al 9,9% en 2018.
En cualquier caso, el teletrabajo será realmente provechoso si se aborda bajo un enfoque liberador que reivindique la condición humana de los trabajadores y su rol protagónico en la economía, potenciando el desarrollo de las fuerzas productivas y contribuyendo a construir relaciones sociales de producción que permitan a la humanidad pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad.
Camilo Rivero
Economista
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