
Porque el conocimiento también se planifica
18 abril, 2022
Economía digital un nuevo espacio del poder
5 mayo, 2022Ucrania, la Batalla Diplomática en ONU

La Sociedad de Naciones (1919), incapaz de manejar el conflicto que desembocó en la Segunda Guerra Mundial, saltó por los aires hecha añicos. Al igual que su predecesora, hoy Naciones Unidas (NU), está parada frente al mismo fantasma. Los juegos de poder, la realpolitik y los intereses de grandes transnacionales tensionan hasta el límite a la comunidad internacional, esa ficción de civilización encarnada por los Estados mayoritariamente partes de NU.
Apenas dio inicio Rusia a la llamada operación militar special en Ucrania, el 24 de febrero pasado, comenzaron los movimientos de ajedrez en diplomacia dentro y fuera de los pasillos y salones de NU para reafirmar alianzas y definir tácticas y estrategias bilaterales o en grupos ad-hoc, como el GRULAC o el MNOAL, entre otros. Duras refriegas y batallas se han librado desde entonces, teniendo como campos al Consejo de Seguridad y la Asamblea General. El primer momento fue la presentación, el 27 de febrero, de un Proyecto de Resolución ante el Consejo de Seguridad por parte de Estados Unidos y otros miembros, condenando a Rusia como agresora de Ucrania y calificando la acción de invasión a un Estado Parte. Sometida a votación, fue bloqueada por 11 a favor, 3 abstenciones y el voto en contra de Rusia, quien ejerció adicionalmente su derecho a veto, cualidad que solo poseen los miembros permanentes como herencia del orden de posguerra. De haber sido aprobada, habría dado paso a las medidas punitivas que contemplan los artículos 41 y 42 de la Carta que rige a ese organismo multilateral, que permiten imponer restricciones económicas y diplomáticas al Estado agresor y, de no ser efectivas, el uso de la fuerza; para lo cual, según el artículo 43, recurre a los aportes de fuerzas militares y apoyos de los Estados miembros. Pero también con el soporte de organismos y acuerdos que compartan los propósitos de NU, según lo contempla el artículo 53. Paradójicamente, esto incluye, al menos hipotéticamente, a la OTAN, factor de discordia y parte interesada del conflicto.
Dos tesis se confrontan sin ceder un centímetro: la tesis de la invasión a Ucrania y, consecuentemente, la agresión contra un Estado Parte, lo cual obliga a la organización y sus miembros a actuar para restablecer la paz y seguridad internacional quebrantada. En la acera de enfrente, la tesis de Rusia invoca la acción preventiva para enfrentar un estado de necesidad que amenazaba su seguridad nacional, por lo cual arguye que se trata de una acción de legítima defensa por la violación continuada de acuerdos que habían sido establecidos desde la desintegración de la URSS con la OTAN, la cual persigue construir un cinturón de hierro en su frontera occidental. Adicional, habría actuado en respuesta a la solicitud de ayuda de las Repúblicas de Lugansk y Donetsk, autoproclamadas desde el 2014 y reconocidas por Rusia el 21 de febrero pasado, las cuales han vivido desde su formación, primero como Repúblicas autónomas y luego independientes, una guerra civil silenciosa desatendida por una comunidad internacional que volteó la mirada hacia otro lado, en medio de crímenes de lesa humanidad y genocidio cometidos por el gobierno central ucraniano contra las poblaciones ruso-ucranianas, desalojadas a la fuerza de sus comunidades, a quienes se les prohibió hablar ruso y celebrar prácticas religiosas ortodoxas en la región del Dombás. Hasta diciembre de 2021 el balance era 12 mil fallecidos, 1.5 millones de refugiados y desplazados y 2.5 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria.
Trasladada la tensión a la Asamblea General, se votó la Resolución presentada por Estados Unidos y otros Estados coaligados que condenaba a Rusia como agresora, conminándola a retirarse inmediatamente del territorio ucraniano y contraria al principio de autodeterminación de los pueblos, en los casos de las Repúblicas independizadas. Fueron 143 votos a favor de la Resolución condenatoria, 5 en contra, 35 abstenciones y 12 tácticas de “silla vacía”. No obstante sus términos, la Resolución, aunque sin carácter vinculante, tiene fuerza moral.
Transcurrido un mes de acciones militares, con varias rondas bilaterales de negociaciones entre Moscú y Kiev, con pocos avances significativos para el alto al fuego, y algunos acuerdos para establecer corredores humanitarios, el balance es doloroso: 3 millones de refugiados en países vecinos, que incluye a la propia Rusia; destrucción de infraestructura; grupos paramilitares ultranacionalistas al margen del derecho humanitario; una guerra civil continuada y miles de muertes sin cifras exactas.
El último capítulo de una cuarentena de reuniones ha sido el rechazo en el Consejo de Seguridad, de la Resolución propuesta por Rusia de un alto al fuego en Ucrania, con 13 abstenciones y los votos favorables de China y Rusia. El argumento ha sido la evasión de la responsabilidad que cabe por la supuesta agresión e invasión a Ucrania. Al final, de lo que se trata es que alguien debe pagar las reparaciones bajo el principio de la responsabilidad internacional.
En el fondo, los intereses ocultos y cálculos estratégicos se mueven obstaculizando las negociaciones de buena fe y el alcance de los mecanismos de solución pacífica, particularmente los directos entre las partes. Poco o nada se habla de los laboratorios bacteriológicos con fines de guerra y menos se ha dicho del interés estratégico y comercial en las grandes reservas de minerales y tierras raras inexplotadas en la región del Dombás, que incluye 500 mil toneladas de litio, la mayor reserva de Europa. Se estima un valor de 7.5 billones de dólares los recursos mineros ucranianos. Nada se habla del interés estratégico estadounidense en bloquear, a toda costa, la conexión a través de Rusia de la Ruta de la Seda con Europa y los gasoductos que pasan por Ucrania, incluyendo el que se proyectaba por Bulgaria como parte del esquema. De carambola, también se juega a sacar de América Latina y el Caribe, mal llamada ahora el patio delantero de Estados Unidos, a Rusia como socio de la región y cortar las asociaciones estratégicas que operan con Cuba, Nicaragua y Venezuela. Poco se habla, además, del uso de las sanciones (medidas coercitivas unilaterales) como armas políticas contrarias al derecho internacional. Antes del inicio del conflicto, las medidas coercitivas aplicadas contra Rusia sumaban 2.754 y, luego de esa fecha, se han agregado 4.321 más, para un total de 7.075; y se preparan otras.
Entretanto, algunas voces advierten que nos deslizamos peligrosamente hacia una Tercera Guerra Mundial. La OTAN hace movimientos y refuerza sus posiciones; en tanto, Rusia declara que sólo usará armamento nuclear en caso de extrema defensa. Pero la escalada sigue y se recalcula que la cifra del drama humano de los refugiados podría superar los 4 millones y más, necesitados de ayuda humanitaria. Mientras se desconocen las cifras reales de bajas y fallecidos, las corporaciones estadounidenses armamentistas han vendido equipamiento bélico por 76 billones de dólares.
Pobre y maltrecha paz mundial, en cuyo nombre se invoca la seguridad internacional, mientras la diplomacia a contra corriente, hace esfuerzos desesperados para no naufragar, pues de hacerlo arrastraría consigo el sistema de Naciones Unidas conocido, abriendo el camino a Ares, el temido y odiado Dios de la guerra.
Por: Francisco Rodríguez
Para enriquecer esta temática, puedes dar tu aporte a través de contacto@ivpa.gob.ve