Víctor Luis Rodríguez Rojas *
¿Está en marcha un nuevo orden mundial?
El orden geopolítico en el mundo siempre ha sido determinado por la forma en que se distribuye la riqueza económica y el poder militar que se deriva de ella. Paul Kennedy, en su libro Auge y caída de las grandes potencias, afirma:
Las fuerzas relativas de las naciones líderes en el escenario mundial nunca permanecen constantes, sobre todo a causa del índice irregular de crecimiento en las distintas sociedades y de los avances tecnológicos y organizativos que proporcionan mayores ventajas a una sociedad que a otra.
Por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial acabó la hegemonía de las potencias europeas y surgieron Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como potencias emergentes, dando forma a un mundo bipolar —económica, militar e ideológicamente—, que se expresó a nivel político en la llamada Guerra Fría.
Sin embargo, las diferencias en los índices de crecimiento y cambio tecnológico fueron creando desequilibrios económicos entre ambas potencias, y por ende se iban afectando los equilibrios político y militar existentes en ese orden bipolar. A la par, el resto del mundo también se movía, y los balances productivos globales se fueron alterando rápidamente. El desarrollo de Japón y de todo el sudeste asiático, la recuperación de Europa a través de la Comunidad Económica Europea y, sobre todo, e agigantado avance de la República Popular China, crearon las condiciones para un nuevo cambio en el orden entre potencias.
En el mismo orden de ideas, Ray Dalio, en su libro Principios para enfrentarse al nuevo orden mundial. Por qué triunfan y fracasan los países, nos dice:
… a través de mi investigación he aprendido que el factor determinante a lo largo del tiempo y en todos los países ha sido, por encima de cualquier otra cuestión, la lucha por la creación y la distribución del poder y de la riqueza. En menor medida, también considero que han sido muy determinantes otros aspectos como las ideologías o la religión. Estas luchas se han sucedido de manera intemporal y universal y han tenido enormes implicaciones en todos los aspectos de la vida de las personas.
Y agrega Dalio:
… a lo largo del tiempo y en todos los países, las personas que tienen la riqueza tienden a ser también las personas que poseen los medios de producción de esa riqueza, esta dinámica lleva a que un porcentaje muy pequeño de la población llegue a amasar y controlar porciones excepcionalmente grandes de la riqueza y el poder.
Immanuel Wallerstein, en su libro Un mundo incierto, afirma:
EE. UU. es una potencia hegemónica en decadencia, este enunciado lo vengo repitiendo por lo menos desde 1980”. Una potencia hegemónica “significa que generalmente el hegemónico define las reglas del juego geopolítico y se sale con la suya casi siempre, simplemente mediante la presión política, sin tener que recurrir al uso de la fuerza activa. EE. UU. constituye aun hoy en día la máxima potencia militar del mundo, pero ya no es cierto que defina unilateralmente las reglas del juego geopolítico, ni que todo el tiempo se salga con la suya únicamente gracias a la presión política.
El declive económico de Estados Unidos y la pérdida de su poder hegemónico
El declive económico de Estados Unidos es una realidad que afecta su desempeño como país imperio. Podríamos resumir este declive destacando cuatro factores fundamentales:
Primero, por razones de competitividad, las firmas estadounidenses decidieron “deslocalizar” su producción hacia países del tercer mundo, con el fin de producir mucho más barato; eso significó el inicio de la desindustrialización en el mismo territorio de los EE. UU.
Un segundo factor, derivado del primero, es la creciente desigualdad de los ingresos; los salarios de los trabajadores se estancaban o retrocedían, mientras que los ingresos y el patrimonio de los más ricos crecían rápidamente.
La caída de los ingresos trae consigo el tercer factor: los hogares, para mantener su consumo, se endeudan, generando un crecimiento artificial de la economía; además, se empuja a los hogares hacia la Bolsa, especialmente a través de los fondos de pensiones, lo cual genera debilidades estructurales en los casos de crisis bursátiles.
El cuarto factor es una consecuencia de la desindustrialización interna, la cual fue compensada con las importaciones a muy bajo costo de alimentos, ropa y otros productos básicos. Obviamente, al abastecerse masivamente en el extranjero de lo que ya no produce en su propio suelo, Estados Unidos desequilibra su balanza comercial. Este desequilibrio es compensado con la obtención de capitales en el extranjero, ya sea en la forma de inversión, emisión de deuda en títulos o préstamos.
A partir de aquí, tenemos las implicaciones en el sistema monetario y financiero mundial. Los volúmenes de endeudamiento anual superan los quinientos mil millones de dólares netos (ingresos menos gastos), más o menos, entre un 3 % y 5 % del PIB, este desequilibrio en las cuentas financieras externas, impacta fuertemente sobre el valor del dólar, que es la moneda de reserva mundial, y el sistema monetario internacional se resiente; la respuesta natural de los países extranjeros que disponen de dólares es invertirlos en la Bolsa de Nueva York para protegerse. Este incremento en la demanda de títulos en la Bolsa eleva los precios, haciendo a los hogares estadounidenses teóricamente más ricos, por lo que compran más, creando un círculo vicioso que también reactiva la economía mundial en forma ficticia; hasta que la Bolsa colapsa. Basta recordar la crisis del 2000 con la caída de Nasdaq, la bolsa de las nuevas empresas tecnológicas, y 2008 con la crisis de las hipotecas de alto riesgo.
Adicionalmente, la aspiración de EE. UU. de seguir siendo una potencia hegemónica mundial hizo que incrementara sustancialmente sus gastos militares, lo cual cuesta muy caro, aporta pocos beneficios y pesan mucho en la economía de ese país, obligando al Gobierno a endeudarse cada vez más.
Finalmente, el declive económico de EE. UU. se constata en una participación menor en el PIB mundial y en que ha dejado de ser el motor del crecimiento general. En contraposición, China representa más de un tercio del crecimiento mundial.
La estrategia geoeconómica de Trump para rescatar la hegemonía estadounidense
La estrategia económica delineada por el presidente Donald Trump para su segundo mandato presidencial no puede entenderse bajo la óptica convencional del análisis económico o político. Es, más bien, una estrategia geoeconómica integral que busca revertir el declive de Estados Unidos mediante una combinación de coerción arancelaria, depreciación competitiva y reordenamiento de alianzas. El objetivo parte del diagnóstico de la sobrevaloración estructural del dólar, la desindustrialización del país y un sistema financiero internacional desequilibrado.
Para Trump y su equipo, la reindustrialización no sería consecuencia del libre mercado, sino producto de una intervención deliberada y disruptiva del Estado en los engranajes del comercio global, siendo uno de los ejes la aplicación intensiva de aranceles. Parten de la idea de que los aranceles pueden generar ingresos fiscales significativos, con efectos colaterales minimizados si son acompañados por una devaluación controlada del dólar. Así, la carga real recaería sobre las naciones exportadoras, cuyos ingresos disminuyen por efecto del tipo de cambio, mientras se fortalece la capacidad de producción interna.
La apreciación histórica del dólar, principal activo de reserva global, es vista como un obstáculo estructural para la competitividad industrial estadounidense; por tanto, la actual estrategia de Trump propone una realineación financiera internacional, que incentive a los socios comerciales a sustituir sus reservas en dólares y bonos a corto plazo por instrumentos de más largo plazo, facilitando así una devaluación sin renunciar al dominio del dólar como moneda de referencia.
Este enfoque, además de económico, está profundamente entrelazado con la política exterior y la seguridad nacional; mezcla proteccionismo, disuasión y diplomacia coercitiva y, de este modo, redefine las reglas del orden internacional, creando, incluso, una clasificación, donde habría países alineados que obtendrían beneficios arancelarios y protección militar a cambio de adhesión a acuerdos monetarios, y países no alineados que enfrentarían tarifas punitivas, sanciones y aislamiento financiero.
Lo que se perfila es una tentativa de refundación del capitalismo estadounidense sobre bases de un mayor protagonismo del Estado, redefinición del rol del dólar, ruptura con el globalismo liberal y recuperación de su capacidad industrial. Desde esta óptica, la reindustrialización de Estados Unidos se convierte en un pilar para su soberanía estratégica, recuperando el aparato productivo, especialmente en sectores considerados críticos, como semiconductores, defensa, farmacia y energías emergentes.
En este sentido, lo que EE. UU. percibe como un nuevo orden sería una especie de sistema conformado por “áreas geoeconómicas”, que clasifique a los países según su grado de alineamiento comercial, monetario y militar con Washington, lo cual constituye un viraje hacia una forma de regionalismo estratégico.
Este planteamiento contrasta radicalmente con el modelo chino de internacionalización económica, basado en subsidios estatales, expansión crediticia y acuerdos bilaterales pragmáticos a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, siguiendo una lógica de interdependencia comercial creciente.
Una consideración final
Como vemos, la estrategia de Trump con los aranceles se basa en un enfoque integral que entrelaza lo económico, la política exterior y la seguridad nacional, mezclando proteccionismo, disuasión y diplomacia coercitiva; esto con el fin de redefinir las reglas de un nuevo orden internacional, que logre sacar la economía de EE. UU. del declive donde se encuentra, transfiriendo los costos y demás sacrificios a los otros países del sistema económico mundial, incluyendo sus propios aliados.
Venezuela, dada su estrategia de desarrollo soberano y su sistema de alianzas para su seguridad estratégica y geopolítica, seguirá enfrentando medidas coercitivas unilaterales, agresiones de todo tipo y aislamiento financiero. Aun así, la economía venezolana sigue creciendo y consolidando su independencia y soberanía.
* Economista, profesor universitario, maestrante en Política Exterior de Venezuela.