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La ciudad de México fue un escenario marginal durante los años de la Revolución, que inició un 20 de noviembre de 1910. Los acontecimientos, en su mayoría, ocurrieron en el campo mexicano y sus actores protagónicos fueron campesinos, entre ellos Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa.
Los hechos precursores del movimiento revolucionario fueron la desigualdad, la pobreza, la improductividad de la tierra y la falta de democracia. Los obreros de aquella época soñaban con una legislación que les ofreciera un mínimo de protección contra el abuso de los poderosos. La clase trabajadora quería mejoras laborales y campesinado “Tierra justicia y ley” como reza el Plan de Ayala de Zapata.
En 1909 Don Ignacio Francisco Madero, ante la insoportable situación social, promovió el Partido Antireeleccionista, intentando participar como candidato en una elección contra Porfirio Díaz. Sin embargo, fue encarcelado y tiempo después obligado al exilio. Este hecho confirmó que solo un levantamiento popular podría generar una verdadera transformación.
Las bases campesinas, ante la explotación y el impedimento a la participación popular, entendieron la necesidad de una verdadera revolución. Inicia entonces la lucha en el norte con Pacho Villa y en el sur con Emiliano Zapata.
El movimiento revolucionario tuvo cuatro etapas principales. 1910-1911, cuando se buscaba la caída del dictador Porfirio Díaz, quien había arrebatado las tierras a los indígenas y concentró el poder en manos de los hacendados ricos. 1911-1913, cuando Madero llega a la presidencia e incumple con la entrega de tierras a los campesinos, además de pedir el desarme de Zapata y de Pascual Orozco. Finalmente, 1913-1917, periodo en que son asesinados los principales líderes: Zapata, Venustasio Carranza, Villa y Álvaro Obregón.
Esta rebelión popular tuvo como resultado la Constitución Federal del 5 de Febrero de 1917, que todavía rige a los mexicanos. En ella se incluyen artículos sobre la separación Iglesia-Estado, la soberanía nacional sobre el subsuelo, los derechos propietarios de grupos comunitarios sobre las tierras que habitan, el derecho de los trabajadores a organizarse e ir a la huelga, así como muchas otras aspiraciones que dieron paso al nuevo Estado Mexicano.
Este levamiento popular es un ejemplo de la dignidad rebelde de los campesinos y oprimidos, ante las pretensiones de dominación y explotación por parte de los poderosos. La revolución mexicana significó el despertar de la consciencia hacia un mejor destino, hacia la necesidad de la justicia social y de la transformación de la patria para el bien de todos y de todas.