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Francisco Rodríguez. Politólogo y profesor universitario
Un orden global inseguro
La morfología de los conflictos contemporáneos presenta variedad de formas y conceptos, desde guerras convencionales, perpetuas, híbridas, tercerizadas, asimétricas, de tercera y cuarta generación, guerra nuclear y conflictos de alta y baja intensidad. Todas posibles por medio de una nomenclatura que designa armas convencionales, armas tácticas nucleares, inteligencia artificial aplicada a la guerra, guerra espacial y armas inhumanas entre otras. Así mismo el conflicto envuelve distintas intensidades de antagonismo desde discrepancias, controversias, amenazas, agresiones y la guerra. Aún cuando lo político los recorre a todos, unos tienen características más jurídicas, otros son económicos o bien diplomáticos.
Para el año 2007, la Oficina de Naciones Unidas ACNUR señalaba en un informe que había en el mundo 30 conflictos armados; siendo África (12) y Asia (10) las regiones con mayor conflictividad, en tanto América Latina era la región con menos conflicto, pues solo contabilizaba 1, Colombia. En 2023. El SIPRI en su informe anual sostenía que para 2022, un total de 56 países mantenían conflictos armados, de los cuales 3 eran grandes conflictos con más de 10 mil víctimas, estando a la cabeza la guerra en Ucrania. América Latina por su parte no escapaba a esta lógica y según la fuente mostraba, cuatro conflictos de alta intensidad (México, Colombia y Brasil), caracterizado por el número de víctimas, entre 1000 y 9999 muertes y 1 de baja intensidad (Venezuela) entre 25 y 999 muertes. Las causas comprendían el control de recursos naturales estratégicos, disputas territoriales, la pugnacidad entre grupos internos que compiten por el ejercicio de gobierno, etc.
Entretanto, la carrera armamentista se ha acelerado bajo el predicado del avance y dependencia tecnológica, el mercado y las relaciones de socios estratégicos. Así, “Las exportaciones de armas de EE. UU. crecieron un 17% entre 2014-18 y 2019-23, y su participación en el total de las exportaciones mundiales de armas aumentó del 34% al 42%. Estados Unidos entregó grandes armas a 107 países en 2019-23, más que en cualquier otro período de cinco años y mucho más que cualquier otro exportador de armas. En conjunto, EE. UU. y los estados de Europa Occidental representaron el 72% de total de exportaciones de armas en 2019-23, frente al 62% en 2014-18.” (SIPRI, comunicado de prensa, 11 de marzo 2024). Este cuadro no es completo sin mencionar las 12500 armas nucleares que poseen un puñado de Estados, en tanto se abandonan y denuncian los acuerdos de limitación de armamentos, incluidos el nuclear.
La conclusión es terminante, la seguridad mundial y la anhelada paz en el orden global dan muestras de franco retroceso y acelerado deterioro, en tanto apura el paso la conformación definitiva del orden mundial multipolar.
Los enfoques en los estudios de la paz y el conflicto en América Latina y el Caribe
Los estudios sobre paz y conflicto en Latinoamérica y el Caribe siguen dos orientaciones que han terminado por converger. Los centros de formación y estudios militares tradicionalmente han abordado la fenomenología de los conflictos armados desde la perspectiva de la polemología en la que enmarcan las Doctrinas y enfoques de la Seguridad Nacional. Así bajo la premisa de fortalecer las capacidades de la seguridad y defensa de la nación en un escenario de potenciales conflictos se pretende sistematizar un conocimiento científico de las causas, factores, justificaciones y principios de aquellos para planificar mejor políticas de defensa ante eventuales confrontaciones armadas, nuevas formas de amenazas, hacer estudios prospectivos y actualizar las hipótesis de conflicto que los Estados sostengan ya sean por eventos internos por conmoción nacional o externos por acciones de otros Estados que constituyan amenazas a la seguridad de la Nación y con el supuesto de fortalecer la paz, siguiendo la lógica de la máxima que suele invocarse con frecuencia del escritor romano y tratadista militar Vegecio: si deseas la paz, prepárate para la guerra. Una versión contemporánea es la declaración del presidente francés E Macron ante la eventual posibilidad de entrar en guerra con Rusia por Ucrania, “Espero de todo corazón que no tengamos que ir a la guerra. No, Francia no es una potencia de guerra, sino una potencia de paz. Pero sí, si queremos la paz, tenemos que protegerla. Por eso tenemos que armarnos” …
En los países de la región desde mediados del siglo 20 se fue formando una vasta red de colegios militares, universidades y centros de estudios que abordaban el conflicto como estudio de la guerra. Inicialmente con la visión predominante del Conflicto Este-Oeste y la amenaza del comunismo; y hoy, ampliado a las amenazas transnacionales como el narcotráfico, las bandas delincuenciales o el cambio climático y los retos que encierran para la estabilidad política y la unidad social. Ejemplos de estas instituciones son: el Centro de Estudios de Academia de Guerra en Argentina, la Escuela Superior de Guerra en Colombia, el Centro de Estudios e Investigaciones Militares del Ejército en Chile, la Escuela Superior de Guerra en Brasil, la Universidad de las Fuerzas Armadas en Ecuador, el Centro de Altos Estudios Nacionales en Perú y muchos otros.
Buena parte de las instituciones mencionadas son integrantes a su vez, de una red hemisférica bajo influencia estadounidense, cuyos referentes son el Colegio Interamericano de Defensa, la Escuela de Guerra en Estados Unidos y el Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica localizados en Estados Unidos; además de una red de organizaciones de la sociedad civil con alcance internacional. Allí se enmarca la creación en 2001 de la Red de Seguridad y Defensa de América Latina (RESDAL) cuya secretaría se encuentra en Buenos Aires y Montevideo y funciona como tanque pensante apoyado por la Fundación Nacional para a Democracia (NED) y el gobierno estadounidense. Esta organización se define como no gubernamental (ONG) formada por académicos, funcionarios gubernamentales de distintos países de la región y otras organizaciones sociales que comparten en común el enfoque de la seguridad hemisférica en democracias liberales y enfrentando supuestas amenazas transnacionales comunes.
La otra vertiente viene a ser la otra cara de la moneda, desarrollándose en el campo de la irenología, disciplina que ha cobrado impulso en la región en los últimos cincuenta años resultado de los conflictos políticos internos caracterizados como guerras civiles y graves violaciones de derechos humanos que llevaron a la gestión de acompañamiento; cuando no investigaciones por parte de organismos de Naciones Unidas y ONG con estatus consultivo en la búsqueda de resolución de conflictos político sociales en países centroamericanos y el Cono Sur. Los estudios sobre la paz aquí nacieron influidos por pensadores como Kenneth Boulding y Johan Galtung que marcados por los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el Conflicto Este-Oeste promovieron las visiones de paz negativa o ausencia de guerra entre las naciones y la creación de mecanismos para lograrlo; trasladando esta concepción al plano más amplio de la violencia interna en las sociedades latinoamericanas.
El otro concepto de esta vertiente es la paz positiva como reconocimiento del conflicto y creación de valores, instituciones y estructuras que se constituyen en condiciones de justicia social que satisfacen las necesidades humanas y hacen posible la construcción de sociedades pacíficas. Esta orientación echo los cimientos de instituciones influyentes en este campo como el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) fundado por Galtung en Noruega o los aportes sobre economía de la guerra y escalada 32 de los conflictos de Boulding, quien creó a su vez el Instituto de Estudios de la Paz y el Conflicto en Estados Unidos. También la propia Organización de Naciones Unidas (ONU) ha promovido la creación del Instituto Internacional de la Paz (1970) en apoyo a las condiciones, operaciones y misiones de paz.
El desiderátum de un mundo sin guerra, ha sido un propósito perseguido y deseable éticamente. De hecho, ha sido una cuestión planteada en términos del deber y la razón que debía guiar la creación de la sociedad de las naciones, idea expuesta hace dos siglos por el filósofo prusiano I Kant en su obra la Paz Perpetua (1795); visionario de la Sociedad de las Naciones (SN) creada en 1919 por el Tratado de Versalles y su sucesora, la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU) nacida de la Carta de San Francisco en 1945.
En choque con los anteriores, el paradigma crítico de los estudios de los conflictos expone que hay una trampa en la paz negativa, pues allana el camino para justificar la guerra con el pretexto de la paz; la cual termina siendo un instrumento de dominación a escala universal, que sirve al ejercicio hegemónico del poder global; anteayer como Pax Britannica, ayer Pax Americana y hoy con pretensión de Pax Atlántica.
El punto de partida de la paz imperfecta reconoce al conflicto como inherente a la naturaleza humana y la paz como transformación misma de la realidad por medio de una concepción apoyada en el desarrollo de una cultura que fomenta los valores universales del respeto a la vida, libertad, justicia, tolerancia, derechos humanos, derecho a la autodeterminación y desarrollo de los pueblos, igualdad de género, cooperación y solidaridad. Este concepto fue expuesto en el Congreso Internacional promovido por UNESCO en Yamousoukru, Costa de Marfil (1989) como camino para el rechazo a la violencia y prevención de los conflictos.
En esta vertiente cabe identificar el Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz (CLAIP) fundado en 1966 y relacionado con más de cuarenta organizaciones en la región. Esta organización promueve estudios y educación sobre la paz, desarme y solución de conflictos. Otra institución es la Red Latinoamericana para el Control de Armas Pequeñas y Ligeras formado en 2002 para la reducción de este tipo de armamento en la región. También la Fundación para la Paz y Democracia conformada en 1991 con el propósito de impulsar los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la prevención de conflictos.
El paisaje de conflictos regionales
Decir que América Latina es una región de paz es una media verdad. Ciertamente, hay notables declaraciones a favor de la desnuclearización y la paz. En 1967 los 33 países de la región firmaron el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares o Tratado de Tlatelolco que declaró la primera zona libre de armas nucleares en el mundo y creó un organismo para ese propósito el OPANAL. Décadas después en 2014, en el marco de la Cumbre de CELAC en la Habana se suscribió la Declaración de la región como Zona de Paz reafirmando el compromiso con ese propósito y el apego al derecho internacional y los principios e instrumentos de las Naciones Unidas. A esta sigue la reciente declaración, acordada en la XXIII Cumbre de ALBA –TCP (2024) de apoyo a la región como Zona de Paz sin intromisiones en los asuntos de otros.
Además, buena parte de los conflictos se han encauzado por medios de solución pacíficos de las controversias; ya sea en el marco de los canales diplomáticos directos como en el caso de los roces causados por la persecución en caliente que violó territorio ecuatoriano por tropas colombianas que bombardearon un campamento de las FARC en la zona de Angostura (2008) sin coordinar ni informar de la operación. Ya sea por acción de gestiones mediadoras, el concurso de arbitrajes y hasta el arreglo judicial en la Corte Internacional de Justicia como las sentencias por controversias en cuanto a conflictos limítrofes, autorizaciones de obras de infraestructura que afectan intereses de terceros, efectos de fumigaciones aéreas en territorios contiguos, o asuntos diplomáticos entre Costa Rica–Nicaragua (2018); Chile-Bolivia (2022), Nicaragua-Colombia (2022), Perú-Chile (2008), Argentina-Uruguay (2010) entre otros.
No es menos cierto, sin embargo, que en el transcurso del último siglo y medio para no ir más atrás, el choque de fuerzas en tensión y pugna ha venido modelando la geopolítica regional en una tarea, a todas luces inacabada. Las formas han sido diversas; desde las controversias territoriales entre Bolivia y Chile por la salida al mar o la reclamación venezolana por el despojo colonial de la Guayana Esequiba, pasando por derrocamientos de gobiernos con intromisiones foráneas como los derrocamientos de Arbenz en Guatemala o Salvador Allende en Chile; el establecimiento de bloqueos a Cuba y Venezuela; la ruptura de relaciones diplomáticas, guerras civiles en Guatemala y el Salvador, invasiones, movilizaciones de fuerzas militares, hasta enfrentamientos armados convencionales en el caso de la Guerra de las Malvinas y la Guerra del Futbol.
Uno de los escenarios de las confrontaciones ha sido la OEA como evolución del sistema interamericano modelado por los intereses geopolíticos estadounidenses. La organización regional si bien ha actuado en algunos conflictos como instancia mediadora, en otros fue parte del mismo. Transcurrido medio siglo de la intervención de la Fuerza de Paz en República Dominicana, el Secretario General reconoció en disculpa pública la actuación de la organización como intervención directa en los asuntos de un estado, en clara violación de sus principios (2015). Pero asimismo en ocasión de la Guerra de las Malvinas cayó en la inacción; en tanto frente a Venezuela adoptó una actitud beligerante que empujó finalmente a la denuncia del Pacto de Bogotá y la salida venezolana del seno de OEA, como ocurrió también en el caso de Cuba.
Ejes y factores de los antagonismos regionales
Los conflictos regionales en su origen y desarrollo tienen al menos tres ejes que los estructuran: el eje extrarregional que gravita en la geopolítica mundial y la articulación con América Latina y el Caribe, cuyo peso geoestratégico se revela clave en la coyuntura actual. De allí el encuadre de algunos de ellos con el Conflicto Este-Oeste, la ordenación unipolar y ahora la confrontación unipolaridad en reglobalización vs. multipolaridad como coordenadas históricas. Otro eje es intrarregional y responde a la particularidad de la geopolítica regional en sus relaciones de poder y cooperación estratégicas bilaterales y multilaterales, lo cual se proyecta en las dimensiones y ámbitos bilateral y multilateral. Ejemplos son los Grupos ad-hoc como Contadora que evoluciona a Grupo de Río o el Grupo de Lima que confrontó a Venezuela hasta fecha reciente; las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericana o los procesos de integración en que participan, compiten y chocan no pocas veces en los intereses claramente diferenciados. En este eje se ubican las reclamaciones territoriales históricas ya referidas; las tensiones al participar en esquemas de integración que responden a lógicas diferenciadas la integración liberal de mercado y la integración nacionalista de economía social. Estos son los casos de Chile y Colombia bajo las presidencias de Santiago Piñera e Iván Duque que ultimaba su ingreso a la OCDE, al tiempo que ambos participaban en la CELAC e impulsaban la formación de la Alianza para el Pacífico compitiendo dos direcciones contrapuestas:
El tercer eje es de carácter intrasocietal y comprende los procesos sociales y políticos nacionales, confrontaciones y luchas partidarias que escalan niveles de violencia en los que asoman la configuración de convulsiones internas, guerras civiles y otras situaciones de entropía social que dibujan el colapso de los llamados Estados Fallidos y eventualmente, las intervenciones por razones humanitarias y preservación de los derechos humanos de la población civil. Las fuertes protestas sociales en Venezuela (2016), Ecuador (2019 y 2022), Colombia (2021) y reciente en Argentina (2024).
Los ejes se interseccionan en factores desencadenantes de los antagonismos. Históricamente, las coyunturas mundiales han enmarcado alineamientos y coaliciones entre fuerzas en choque. Durante el Conflicto Este- Oeste (1946-1991) y ahora la confrontación entre globalización unipolar que plantea la reglobalización vs. mundialización multipolar (2013 al presente) en la región bajo el efecto espejo varios conflictos han sido reflejo de esas confrontaciones influidos cuando no condicionados por los intereses estratégicos de Estados Unidos y las potencias atlantistas que excluyen a las potencias emergentes y las nuevas superpotencias.
Entre marzo y abril de 1948 la Guerra Civil en Costa Rica enfrentó a los bandos de Calderón Guardia con apoyo del Partido Comunista y José Figueres que lidera el Ejército de Liberación Nacional. En el desenlace los Estados Unidos intervinieron para asegurar la estabilidad y control del estratégico del Canal de Panamá y que el nuevo cuadro de fuerzas políticos se alineara con su política antisoviética. Poco después, con el pretexto del anticomunismo, los Estados Unidos apoyaron la invasión desde territorio hondureño para derrocar al presidente progresista Jacobo Arbenz e instalar la dictadura militar derechista de Castillo Armas en Guatemala (1954). Así mismo intervino en la Guerra Civil dominicana (1965) a favor del bando institucionalista del Gral. Elías Wessin y Wessin y en contra del bando constitucionalista liderado por el Cnel. Francisco Caamaño cuya bandera era restituir el hilo constitucional y el gobierno reformista de Juan Bosch. La ocupación militar estadounidense por intermedio de una Fuerza de Paz Interamericana con apoyo de la OEA sirvió para inaugurar el largo periodo de gobiernos de derecha de Joaquín Balaguer.
Los alineamientos ideológicos y la pugnacidad entre gobiernos unos identificados como derecha y otros de izquierda han sido justificación de conflictos intrarregionales que han llegado a la ruptura de relaciones diplomáticas cuando no el congelamiento, presiones e injerencia en los asuntos internos de otros. En la segunda mitad del siglo 20, los países de la región invocando el anticomunismo y la bandera de la democracia liberal representativa que fundamentaba la Doctrina Betancourt además de expulsar a Cuba de la OEA (1962), también rompieron relaciones diplomáticas, por no compartir el carácter socialista del proceso político surgido tras la Revolución Cubana (1959). La excepción a la regla fue México.
Ante el triunfo electoral de Salvador Allende en Chile (1970), el primer candidato socialista que ganaba una elección libremente, las instrucciones del presidente estadounidense R Nixon fueron precisas, según consta en los documentos desclasificados. A toda costa y sin importar riesgos, evitar que asumiera el gobierno, fomentar un golpe de Estado, sembrar el caos y “hacer que la economía grite”.
Cabe otro ejemplo en el caso del Conflicto Centroamericano en la década de los 80 del siglo pasado, en el cual los alineamientos derecha-izquierda y la injerencia estadounidense marcaron el curso de las confrontaciones. En un solo eje se articuló la Revolución Sandinista en Nicaragua y los frentes de guerra que la cercaban desde países vecinos como cordón sanitario, pero, simultáneamente se intensificaban la lucha de guerrillas en Honduras y guerras civiles en Guatemala y el Salvador. Al final, el saldo tras casi una década de confrontación arrojó alrededor de 400 mil muertos y más de 2 millones de desplazados y refugiados. En la salida del conflicto subregional jugó un papel clave el llamado Grupo de Contadora (1983) integrado por México, Colombia, Panamá y Venezuela que hizo las veces de mediador y conciliador allanando el camino a la paz al proponer el Acta de Paz y Cooperación (1984); que fue base a su vez de los Acuerdos de Paz de Esquipulas (1987).
En fecha reciente, en el marco de la confrontación entre la alianza unipolar atlantista que persigue imponer una reglobalización restringida se yergue la coalición de potencias emergentes que promueven la multipolaridad; varios países de la región con gobiernos de derecha en Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú conformaron el llamado Grupo de Lima (2017) invocando la democracia de corte liberal, los derechos humanos y el apoyo abierto a los grupos de oposición en Venezuela, secundando a Estados Unidos y la Unión Europea en la aplicación de medidas coercitivas unilaterales, el cerco sanitario y bloqueo económico y fuerte presión diplomática en rechazo a la definición de la Revolución Bolivariana Socialista y la formación de alianzas estratégicas con China, Rusia e Irán.
La definición de esta matriz de antagonismos pasa por los intereses geoestratégicos que representan el control de la Amazonía, el acuífero guaraní y los grandes yacimientos de hidrocarburos (petróleo y gas) y mineros (oro, litio, níquel, torio, coltán, tierras raras, etc.) en Venezuela, Guyana, Bolivia, Chile, Argentina, Perú y Brasil. Para lo cual un objetivo estratégico es hacer que China, Rusia e Irán identificados como actores malignos o influencias malignas salgan de la región y renuncien a su posición de potenciales socios, buscando para ello bloquear y desestimular la participación en la Ruta de la Seda de los países que han suscrito acuerdos, quebrar las alianzas establecidas con varios de los países, desalentar la participación en los BRICS, fortalecer el papel de las inversiones estadounidenses y sus socios europeos frente a los esquemas de cooperación e inversión con las potencias del mal y finalmente, apalancado con la presencia del Comando Sur y más de 50 bases militares diseminadas por la región, cuyas actividades se han ampliado de las características operaciones militares a la promoción de la democracia liberal junto a inversiones privadas en sectores estratégicos en un claro despliegue de la estrategia de disuasión integrada.
También en un juego a dos manos, ampliando la presencia regional de la OTAN, mediante la relación de socio global con Colombia y de aliados extra-OTAN con Brasil y Argentina, este último en proceso de ser reconocido como socio global. Las actividades de la OTAN se manifiestan en las operaciones y ejercicios que con periodicidad se llevan a cabo en el Mar Caribe, el Atlántico Sur con proyección a la Antártida, el despliegue de programas de asistencia humanitaria, operaciones de socorro y ejercicios militares conjuntamente con Estados Unidos, celebración de conferencias anuales y el apoyo de información militar.
Las desigualdades sociales y económicas, la exclusión, el bloqueo a la participación y libertades políticas, la represión y violencia estatal contra los sectores populares y sus organizaciones fueron una fuente de tensión y malestar en gran parte de la región entre 1960 y 1980, cuya respuesta fue la intensificación de las luchas de los movimientos populares y la insurgencia armada urbana o rural de ideología socialista con orientaciones que se identificaban como marxista-leninista, maoísta, castrista o guevarista. Ejemplos son: los Montoneros en Argentina que constituyeron una guerrilla peronista; el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro en Uruguay; la guerrilla de Ñancahuazú en Bolivia (1966-67); el M-19, las Farc y el ELN en Colombia; el Farabundo Martí en El Salvador; Sendero Luminoso en Perú; el FSLN en Nicaragua; el Ejército Guerrillero de los Pobres en Guatemala; el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el MIR en Chile; las FALN y Bandera Roja en Venezuela, entre los más destacados. En este escenario de conflictos intrarregionales insertos en el contexto de la Guerra Fría cobró fuerza la Doctrina de la Seguridad Nacional y un largo periodo de represión y violación de los Derechos Humanos bajo los Estados de Sitio que adoptaron los regímenes políticos, mayormente militares.
Un aspecto de esas desigualdades sociales se proyecta en grandes disparidades en el desarrollo interterritorial y discriminación en el interior de cada país, las que pueden convertirse en fuente de confrontación y violencia nacionales. Esto ha estado presente en el Movimiento Zapatista (EZLN) en México en el estado de Chiapas en México (1994- 2006) y las protestas y enfrentamientos mapuches en Chile por su autodeterminación como pueblo originario en la región del Bio-Bio (1990-2024).
Con los gobiernos progresistas tildados de izquierdistas que apuestan a relaciones estratégicas con las potencias emergentes y la multipolaridad como los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela ha retornado a la reedición de la Guerra Fría, siendo objeto de presiones, amenazas, desestabilización, injerencia e inestabilidad. En Nicaragua el foco de tensión ha sido impedir la eventual construcción de un canal interoceánico con apoyo chino. En el caso venezolano, las expresiones utilizadas por el presidente Barack Obama “amenaza inusual y extraordinaria” y “hay que torcer el brazo” definen claramente el escenario que por más de una década ha caracterizado una hipótesis de conflicto, que se fortalece en el escenario de la prolongación de la guerra en Ucrania y la agresión de Israel a Palestina por el aseguramiento estratégico de energía y la estrecha alianza de Venezuela con sus adversarios declarados.
Otra de las fuentes de conflictos son las controversias territoriales asociadas a la soberanía, y recursos de importancia estratégica. Ya sea por diferencias en la delimitación de las fronteras terrestres; o bien, por el avance del derecho del mar, y la proyección de la fachada marítima y la potencial explotación de recursos en la plataforma continental. Es un hecho que la formación del territorio de los Estados latinoamericana ha descansado en el principio del uti possidetis iuris, fuente de no pocos conflictos a lo largo del siglo XIX y primeras décadas del XX, pues hubo tramos fronterizos no bien determinados y fallos arbitrales en los que persistió la controversia. A esto se suma la pretensión de potencias coloniales como Gran Bretaña que opusieron el principio de la posesión de facto como título válido, sobre territorios que ocupó como colonias con los nombres de Honduras Británica y Guayana Británica en territorio continental. Así, Guatemala mantiene una controversia con Belice, territorio originalmente suyo; y cuyo origen son los términos del Tratado de límites o Tratado Wyke-Aycinena (1859). Este largo litigio se encauzó por el acuerdo entre las partes de 2008, según el cual se sometió a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia. Otro ejemplo es la reclamación de Venezuela contra Guyana que ocupa el extenso territorio de la Guayana Esequiba venezolana usurpado por Gran Bretaña, actualmente en la vía judicial ante la Corte Internacional de Justicia, pero con el rechazo de Venezuela que invoca el arreglo directo entre las partes en el marco del Acuerdo de Ginebra (1965). La ocupación de facto por parte de Guyana de la región selvática de Tigri, entre los ríos Boven-Courantyne y el Coeroeni y el Kutari al sur de Suriname, ha llevado a una controversia que se ha mantenido en el tiempo. Así mismo la derrota boliviana y peruana en la Guerra del Pacífico o del Salitre (1879-1884) con Chile llevó a la pérdida de territorio, incluyendo la porción que le permitía la salida al Océano Pacífico de Bolivia. El desconocimiento boliviano de los términos de una paz injusta establecida en el Tratado de 1904, ha sido un foco de permanente fricción entre ambos países que llevó a someter la controversia ante la Corte Internacional de Justicia que falló a favor de Chile (2018) y ahonda el distanciamiento entre ambos países.
Han sido frecuentes en la historia latinoamericana las disputas por límites territoriales con escaladas de conflicto que llegaron a contiendas bélicas en los casos de la Guerra del Futbol o Guerra de las 100 Horas entre Honduras y El Salvador (1969); la guerra del Falso Paquisha entre Ecuador y Perú (1981); y la Guerra de las Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña por la restitución de la soberanía de las islas ocupadas por esta última y que se proyectan sobre el vasto territorio de la Antártida. O bien, conflictos que desescalaron en el último minuto cuando parecía inevitable el enfrentamiento armado, tal como ocurrió en el caso del Conflicto de Beagle entre Argentina y Chile (1978-1984). O bien, la escalada entre Colombia y Venezuela por la crisis de la corbeta colombiana Caldas al ingresar en la zona del Golfo de Venezuela (1987).
Si bien los procesos de integración han contribuido a la paz regional a medida que funcionan a partir de una coalición ampliada, fundada en relaciones de interdependencia y reciprocidad; sin embargo, también llegan a convertirse en espacios de tensión y confrontación. En la región se identifican diecisiete esquemas de integración que corresponden a dos paradigmas que los fundamentan. En su origen, en los años 60 del siglo pasado, en sintonía con la influencia de la CEPAL, tomó forma el paradigma estructural desarrollista representado por la ALAC (1960) posterior ALADI, Mercado Común Centroamericano (1960) más tarde SICA, Pacto Andino (1969) después CAN y SELA (1975).
Este dio paso al paradigma liberal intrarregional de mercado cuya expresión se encuentra en la Alianza del Pacífico (2011), PROSUR (2019), Caricom (1973) luego CARIFTA, la CAN (1996) y Mercosur (1991), impulsados mayormente por acuerdos entre gobiernos de derecha y centro derecha.
Con el surgimiento de la corriente progresista de gobiernos que forman la primera oleada a principios del siglo 21, toma cuerpo el paradigma democrático, social y cooperativo integracionista que comprende la CELAC (2011), Unasur (2008), ALBA-TCP (2004) y Petrocaribe (2005). La participación de los países en más de un esquema a la vez con paradigmas contrarios ha hecho que sin embargo que algunos de aquellos se hayan trabado o ralentizado en su impulso inicial por los giros de gobiernos del progresismo a la ultraderecha en Argentina y Ecuador, los golpes de Estado en Bolivia y Perú, el impeachment en Brasil o las medidas coercitivas unilaterales impuestas a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Como resultado han surgido tensiones intrarregionales y la desaceleración del impulso inicial en los esquemas de UNASUR, CELAC, Petroamérica, CAN y MERCOSUR. Ejemplos de esta circunstancia es la aplicación de la cláusula democrática establecida en el Protocolo de Ushuaia que suspendió a Venezuela de MERCOSUR.
La adopción de modalidades de regionalismo abierto tanto con Estados Unidos, Canadá y Europa como el sudeste asiático ha potenciado la vinculación regional en la confrontación de la anotada construcción de un orden mundial, acentuando la fragmentación regional con importantes consecuencias desde el punto de vista geopolítico, ya que pone de manifiesto la dificultad de construir un enfoque de geopolítica común.
Nuevas formas de conflicto se dibujan en el escenario regional con las tensiones generadas por el cambio climático; la movilidad humana y los roces entre países emisores y receptores por fenómenos como la xenofobia, discriminación y violación de derechos humanos de los migrantes; las bandas de delincuencia organizada transnacional y el narcotráfico que representan formidables retos a la seguridad y orden interno como se ha puesto de manifiesto en los casos de Haití, El Salvador, México, Ecuador y por mucho tiempo en Colombia con cifras de víctimas difíciles de calcular en lo que se ha llamado la guerra al narco.
Junto a las controversias de naturaleza territorial aún pendientes o bien cuya solución es insatisfactoria para la otra parte; asegurar el acceso a recursos energéticos y estratégicos para el desarrollo; las diferencias ideológicas expresadas en modelos políticos distintos que opone a la ultraderecha con el caleidoscopio del progresismo en la región; la confrontación entre el propósito de reglobalización unipolar y el orden mundial multipolar más justo y democrático, convierte a Latinoamérica y el Caribe en un espacio geoestratégico sujeto a los alineamientos, posicionamientos y cálculos geopolíticos en un escenario de riesgos e incertidumbre en el cual se avanza en la construcción de una paz que se reconoce imperfecta pero no avala hegemonías y reconoce la diversidad que compone la comunidad internacional.
Fuente: Revista Amérika Latina y el Karibe. Revista 16. Junio-Agosto 2024