
Modelos económicos en los países del sur global
5 mayo, 2025Apuntes sobre los nuevos procesos de integración económica para el mundo que emerge

Camilo Rivero / Economista
Los grandes desafíos económicos de los países que conforman el sur global giran en torno a la superación del modelo dependiente que ha castrado sus enormes potencialidades, como consecuencia de la inserción subordinada a los centros hegemónicos del sistema capitalista mundial, con una división internacional del trabajo concebida bajo la doctrina del libre comercio, que ha generado un tipo de relacionamiento alineado a la incesante reproducción y expansión del proceso de acumulación de capital a escala mundial.
Durante el siglo XX, y lo que va del XXI, asistimos a un vertiginoso proceso caracterizado por enormes niveles de concentración monopólica transnacional y el predominio del sector financiero especulativo, en el marco de un orden económico mundial signado por la globalización neoliberal unipolar dominada por Occidente y comandada por Estados Unidos (EE. UU.).
Ello ha profundizado relaciones de dominación sobre unos países periféricos cada vez más imposibilitados de tener control soberano sobre sus procesos económicos, a través de los programas de ajuste macroeconómicos impuestos por el mal llamado Consenso de Washington, lo cual ha generado estructuras económicas engranadas en torno a las dinámicas que imponen los países del norte global, pero desarticuladas entre sí, con unas acentuadas asimetrías entre los sectores del sector primario que producen bienes transables con el resto de la economía, en función de los patrones de producción y consumo definidos por los poderosos intereses económicos del gran capital transnacional. Esto conlleva a una balanza comercial estructuralmente deficitaria, habida cuenta del deterioro continuo de los términos de intercambio en el mercado internacional.
Adicionalmente, proliferaron dinámicas económicas que, lejos de generar la diversificación de la oferta exportable y la sustitución de importaciones, propiciaron un ininterrumpido y crónico proceso de desinversión productiva y su “reorientación” hacia actividades financieras esencialmente especulativas, teniendo como contrapartida la masiva y permanente fuga de capitales hacia los grandes centros financieros internacionales, lo cual se tradujo en mercados cambiarios muy inestables y a merced de recurrentes ataques o brotes sin mayores contrapesos defensivos que permitan neutralizar sus nocivos efectos sobre la economía.
Finalmente, nuestras economías no generan los suficientes niveles de ahorro interno para financiar las grandes inversiones que se requieren, debiendo recurrir al estructural endeudamiento externo para tales fines.
Todo ello ha traído como consecuencia la conformación de un sector real de dimensiones muy modestas, con un escaso nivel de diversificación y notorias rigideces en sus matrices productivas, que no está en condiciones de insertarse en la dinámica de los mercados internacionales, generando condiciones severas de vulnerabilidad del sector externo.
Sin embargo, todo este proceso de dominación imperialista ha venido siendo contrarrestado por la indetenible irrupción de un alternativo bloque geoeconómico encabezado por China y su alianza contrahegemónica con Rusia y otras economías emergentes, materializado en los BRICS, que se presentan como una sólida apuesta en la construcción de un nuevo orden mundial multipolar que amenaza con reconfigurar las relaciones económicas internacionales.
Partimos del pleno convencimiento de que nuestros sectores productivos no pueden por sí mismos enfrentar los desafíos de una globalización neoliberal diseñada para ampliar las brechas existentes y operar bajo la dinámica impuesta por los intereses de las transnacionales, debido a los bajos niveles de competitividad relativa que tenemos.
En tal sentido, se requiere explorar y direccionar estratégicamente la oferta exportable hacia los países del sur global, lo que permitiría diversificar nuestras relaciones económicas internacionales e iniciar un proceso progresivo de ruptura con los centros de poder que ejercen la supremacía en el orden económico mundial vigente.
Se asumen los procesos de integración productiva como el epicentro del nuevo sistema de intercambios económicos internacionales, entendiendo que el desarrollo tecnológico fragmentó y deslocalizó espacialmente los procesos productivos, trayendo como consecuencia una cada vez más compleja división internacional del trabajo.
Siendo que su potencial no ha sido explorado en su justa dimensión, se convierte en una necesidad ineludible e impostergable para superar las vulnerabilidades externas que obstruyen el desarrollo de nuestros países, pero bajo unos esquemas alternativos que los hagan viables y generen niveles sostenibles de bienestar económico y social para nuestros pueblos, centrando sus esfuerzos sobre la base de los ingentes recursos naturales existentes, bajo la figura clave de los encadenamientos productivos.
Así, en este siglo XXI, hemos visto la creación de algunos ensayos integracionistas antineoliberales como el nuevo Mercosur, Alba-TCP, Petrocaribe y los BRICS, así como alianzas estratégicas entre países del sur global, enfatizando la necesidad de reposicionar la primacía de los sectores reales de la economía para impulsar un proceso virtuoso que permita dinamizar y transformar las actividades productivas, en función de los perfiles de cada uno de los países involucrados.
Se trata entonces de configurar modelos de integración que trasciendan los restringidos enfoques comercialistas que se impusieron bajo los cánones del libre mercado. Por el contrario, se deben generar las condiciones para conformar espacios de desarrollo económico compartido, a partir de la diversificación de matrices productivas consolidadas, acopladas con los sectores tecnológicos, comerciales y financieros, para lo cual se requiere identificar las fortalezas conjuntas que reviertan las debilidades existentes en cada uno de los países en particular, a través de alianzas de complementariedad bajo una perspectiva de bloque y a partir de niveles de escalamiento en correspondencia con las dimensiones de nuestros aparatos productivos.
Este tipo de esquemas de integración debe evitar que se reproduzca la dinámica económica de tipo centro-periferia, entendiendo que solo es posible la conformación de cadenas productivas mediante políticas dirigidas a reducir las asimetrías entre nuestras estructuras económicas, para lo cual se contemplan los siguientes aspectos:
Coordinación de estrategias macroeconómicas y sectoriales que permitan identificar y evaluar los posibles espacios de interés común, así como delimitar los esquemas de relacionamiento frente al norte global, lo que fortalecería su posicionamiento internacional.
Creación de una nueva arquitectura financiera mundial sólida, promoviendo instancias como el Banco del Sur, el Banco del Alba, el Banco de los BRICS, así como la aparición de nuevas monedas que nos permitan no solo propiciar el intercambio económico entre nuestros países, sino irnos desacoplando progresivamente del principal instrumento de dominación hegemónica estadounidense: la privilegiada imposición unilateral del dólar fiduciario como moneda de intercambio y de reserva internacional.
Especialización territorial de nuevo tipo, a los fines de determinar los patrones de ocupación que permitan localizar cada uno de los componentes de los proyectos productivos conjuntos e ir construyendo un tejido interconectado en función de las fortalezas geoestratégicas existentes.
Lo anterior conlleva a explorar las posibilidades de reorientación de los intercambios comerciales y productivos hacia estos espacios de integración y, a partir de allí, intentar expandirlos, promoviendo la convergencia estructural de las economías involucradas, bajo un enfoque de transformación productiva con inclusión social. Bajo esas directrices es que debemos crear las condiciones de acceso para insertarnos en los mercados internacionales.
Ello determinará el alcance e impacto que podrían desempeñar los sectores productivos en el tan anhelado desarrollo económico del sur global, entendiendo que este tipo de integración deberá atender y solventar los esquemas disfuncionales y engranar el entramado productivo existente, siempre en el marco de las limitaciones propias que las condiciones de subdesarrollo les imponen a nuestras dinámicas económicas.
No obstante, debemos tener siempre presente que la integración productiva es un proceso sumamente complejo, de largo aliento y que involucra a todos los agentes económicos que actúan en nuestros países, siendo que su viabilidad dependerá, en gran medida, de las políticas de Estado que se formulen y mantengan en el tiempo, de manera mancomunada.