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En 1998 Venezuela abrió un capítulo trascendental en su historia republicana, al iniciar un difícil y complejo proceso de construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI. Como era de esperarse, el mismo contó con el ataque inclemente del imperialismo, quien no se podía quedar de brazos cruzados ante una revolución que efectivamente constituye una amenaza a sus intereses geopolíticos en América Latina.
Estas agresiones se intensificaron luego de la desaparición física del Cmdte Chávez y el testigo histórico que recibió el presidente Nicolás Maduro, a través de una guerra multiforme no convencional donde la dimensión económica ha tenido una repercusión estremecedora, trastocando profundamente la racionalidad y funcionamiento de la economía venezolana, dada la gran vulnerabilidad e impacto de su sector externo sobre el resto de los sectores.
Desde el punto de vista macroeconómico, el comportamiento en los últimos años de las variables que se indican a continuación, así lo corroboran:
1.Decrecimiento ininterrumpido del PIB (recesión económica).
2. Caída brusca de la producción y exportación petrolera.
3. Caída significativa de las reservas internacionales.
4. Depreciación galopante del tipo de cambio.
5. Proceso hiperinflacionario descontrolado.
6. Deterioro significativo del poder adquisitivo del salario.
Sin embargo, la tendencia negativa pareciera haberse detenido durante el último cuatrimestre del año 2021, con unas expectativas de recuperación para el 2022. De hecho, todo indica que tuvimos un crecimiento económico, luego de 7 años de recesión; el fenómeno inflacionario se desaceleró por debajo del 10% intermensual; el tipo de cambio se estabilizó alrededor de los Bs/USD 4,6; la reactivación del comercio es más que notoria (lo que se explica por el incremento sostenido del consumo); y la producción petrolera se recuperó a niveles cercanos al millón bd.
Ahora bien, lo más probable es que la estrategia imperialista de asfixiar la economía del país, para desestabilizarlo políticamente, va a continuar en los años porvenir; más aún en este 2022, cuando se presenta la posibilidad constitucional de un eventual referéndum revocatorio presidencial, el cual requeriría mantener una profunda crisis económica y social que le sirva de escenario propicio para que se produzca en condiciones desfavorables al gobierno bolivariano. De manera que, nuevamente, los niveles de conflictividad política serán determinantes en la situación económica.
Es importante mencionar que, además de la convicción del pueblo venezolano por superar el modelo rentista petrolero que ha castrado a la economía durante casi un siglo, las agresiones imperialistas han sido de tal magnitud que nos están forzando no solo a encontrar soluciones de supervivencia, sino a precipitar el surgimiento del sistema económico productivo socialista. El dramaturgo alemán Bertol Bretch lo planteaba de la siguiente manera: “Las revoluciones se producen en los callejones sin salida”.
Así las cosas, las políticas económicas deberían combinar estrategias de resistencia (coyunturales) y de contraofensiva (estructurales), en función de los escenarios de mantenimiento, flexibilización o levantamiento de las “sanciones” contra la patria. En tal sentido, los aspectos fundamentales a desarrollar serían los siguientes:
– Afianzar los 17 motores productivos de la Agenda Económica Bolivariana, a través de incentivos tributarios, monetarios, financieros, cambiarios, comerciales, logísticos; estableciendo como prioridad la satisfacción de las necesidades básicas de la población (alimentación, salud, vivienda, servicios públicos), dada la gran repercusión que ellas generan en sus condiciones de vida, bajo unos esquemas de precios que garanticen, a la vez, la accesibilidad y sostenibilidad económica. Ello pasa por diseñar mecanismos eficientes que propicien el efectivo cumplimiento de los acuerdos alcanzados entre todos los actores involucrados.
– Mantener el esfuerzo dirigido a la progresiva sustitución estratégica de importaciones, sobre la base de los diversos recursos naturales y las tecnologías existentes en el país, como expresión concreta de un desarrollo endógeno diseñado a partir de nuestras fortalezas, capacidades y potencialidades, bajo la figura clave de los encadenamientos productivos. En este marco, se debe fortalecer el sector público de la economía, como el gran motorizador, articulador y cohesionador de los distintos actores que participen en cada uno de los eslabones que los conforman.
– Continuar avanzando en el proceso de democratización de la economía venezolana, desmonopolizándola y creando las condiciones para la sostenibilidad de los injertos productivos de carácter comunal.
– Ejecutar planes efectivos contra la evasión fiscal existente en el país, a los fines de convertir la recaudación tributaria en la principal fuente de financiamiento de la inversión pública/productiva, así como para el sostenimiento de los distintos programas de incentivos indicados anteriormente.
– Mantener la tendencia creciente de los niveles de producción petrolera (combinada con la recuperación de los precios mediante las oportunas intervenciones de la OPEP), así como burlar las medidas coercitivas unilaterales (MCU) que dificultan su colocación en los mercados internacionales; dado el enorme impacto que tendrá en el sector externo y el resto de la economía, como la principal fuente generadora de divisas del país.
– Diseñar y aplicar políticas y mecanismos efectivos que mejoren sustancialmente la administración de las divisas generadas fundamentalmente por el Estado venezolano, a los fines de dirigirlas hacia los sectores productivos priorizados que las requieran para realizar sus importaciones de materias primas, insumos, bienes intermedios y bienes de capital, en detrimento de las demandas especulativas que suelen ser satisfechas “quemando” tales recursos (escasos), sin que ello tribute al desarrollo económico del país; todo lo cual pasa necesariamente por contener oportunamente los brotes especulativos que acompañan el comportamiento del mercado cambiario, así como recuperar los niveles adecuados de reservas internacionales.
– Convertir la enorme capacidad de compra del Estado venezolano en una política económica destinada a reactivar el aparato productivo nacional y mejorar las condiciones de vida de la población, en los sectores priorizados por el gobierno bolivariano.
– Profundizar el proceso de digitalización de los sistemas de pago en las transacciones comerciales (aprovechando las facilidades que generó la reconversión monetaria), anulando los impactos de las eventuales escasez de billetes y monedas físicas en circulación.
– Revisar y ajustar de manera impostergable el esquema remunerativo del factor laboral existente en el país (sobremanera en el sector público), asumiendo que ello, lejos de generar presiones inflacionarias, se convertiría en el desencadenante de la reactivación del consumo y, con ello, de la producción, bien sea utilizando de inmediato las capacidades instaladas ociosas o incrementándolas a través de las inversiones productivas (en el corto plazo); corrigiendo, a su vez, las nefastas distorsiones que se han generado por la regresiva distribución del ingreso nacional. Ello implica un proceso de rebolivarización de la economía venezolana, revirtiendo el pernicioso esquema impulsado por el sector privado de vender bienes y servicios bajo una dolarización fáctica, mientras los sueldos se fijan y pagan en bolívares, más unos “complementos” informales en dólares que la administración pública no puede otorgar a sus trabajadores.
Para viabilizar estas medidas, resulta imprescindible profundizar las alianzas geoestratégicas con el eje contrahegemónico encabezado por China y Rusia, a los fines de contrarrestar los impactos de las MCU, lo cual incluye el financiamiento, las inversiones extranjeras directas y las tecnologías que se requieran para continuar reactivando el aparato productivo en los distintos sectores de la economía nacional.
Finalmente, todo lo anterior pasa por la superación definitiva de una pandemia que ha azotado a la humanidad durante los últimos dos años, afectando significativamente el funcionamiento de la economía mundial.
Camilo Rivero / Economista
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